Un ritual de perdón
A Dark Song (2017) es una película de terror que hoy me deja ver por qué es tan difícil hablar de perdón en Colombia.
A Dark Song (2017) es una película de terror de 2017. En ella, Sophia, la protagonista, contrata a Michael Solomon, un experto en ocultismo, para hacer un ritual en el que invoquen a su ángel de la guarda para pedirle un favor. El favor que quiere pedir Sophia es contactar el alma de su hijo, que fue secuestrado y asesinado por un grupo de jóvenes que jugaban con lo oculto para llevar a cabo un ritual.
A riesgo de hacer una asociación forzada, diré que he pensado en esta película, que vi hace poco, en estos días cuando leo las noticias. Hace unas semanas, la policía asesinó a diez personas en menos de dos días en Bogotá. La alcaldesa convocó a un acto de perdón y reconciliación entre la policía y la ciudadanía, y fue duramente criticada, con razón, por lo apresurado de su propuesta. Fue también insólito para quienes estábamos dolidos por la muerte de las víctimas que la alcaldesa propusiera dejar todo atrás con un acto de perdón (aun cuando también pedía una reforma estructural a la policía, que la presidencia le negó).
Siempre es difícil hablar de perdón en Colombia, pues resulta un escándalo para algunos. Y, en efecto, en un país en el que suceden atrocidades a diario (escribo esto un día después de que el ejército ha asesinado a una mujer que iba en un carro que se demoró en detenerse en un supuesto retén), es difícil y a veces descarado exigir de las víctimas el perdón. Conocido internacionalmente es nuestro país por haber votado “no” al plebiscito por los acuerdos de paz, con los que había que perdonar a la guerrilla de delitos atroces, lo cual era impensable para algunos.
Vuelvo a la película, pues este es un blog de películas. Para llevar a cabo el ritual, Sophia debe hacer todo lo que le ordene Solomon. Debe estudiar sobre el ritual, debe ser honesta con él, debe aguantar sus humillaciones, debe aguantar las torturas a las que pueden someterla los espíritus que invoquen antes de llegar al ángel. Cada vez es más difícil para Sophia mantenerse firme en la realización del ritual, pero ya es demasiado tarde para arrepentirse.
[¡Spoiler!] Pasan los días y el ritual no parece funcionar. Solomon, entonces, le pregunta si no está siendo honesta sobre sus intenciones. Sophia le confiesa que el favor que quiere pedirle al ángel es realmente venganza: pedirá la condena eterna para los jóvenes que asesinaron a su hijo. Después de esta confesión, el ritual empieza a funcionar y el ángel guardián de Sophia se empieza a manifestar: hiere a Solomon, que tanto la ha humillado y le ha exigido fuertemente durante la película.
Después de una noche difícil de aguantar humillaciones ahora de los espíritus que han invocado como efecto colateral del ritual, Sophia decide irse de la casa en la que están llevando a cabo el rito y traiciona con esto a Solomon, lo deja herido y solo. Con la idea de escapar de todo esto, Sophia corre y corre, solo para darse cuenta de que no hay forma de irse, pues siempre vuelve a la misma casa. Debe volver a entrar. Solomon está muerto.
Ella, entonces, termina puesta en el mismo lugar de quienes se quiere vengar: asesinó a un hombre en medio de un ritual; ella, como los jóvenes asesinos de su hijo, terminó por acabar con una vida por jugar con lo oculto. Al verse puesta en ese mismo lugar, siente la necesidad de pedir perdón y entonces no deja de repetir “i’m sorry, i’m so sorry”. Esta es la única forma en que el ángel acude a su llamado, se le manifiesta. Y en un final atrevidísimo y arriesgado, Sophia ya no pide el favor de la venganza sino la capacidad de perdonar.
Esta película se hace una pregunta real por el perdón. Pone a su protagonista en el lugar de quienes quiere vengarse para que con eso pueda ver que necesita perdonar y ser perdonada. Solo en el momento en que se ve a sí misma puesta en ese lugar es que puede ver que necesita ella también aprender a perdonar, aunque no pueda. Y entonces le pide al ángel la capacidad de hacerlo, que no es cualquier cosa. Desde ahí, la película que, como buena película de terror, había ocurrido toda en la penumbra, se vuelve brillante, se ilumina la pantalla.
Pienso en esto por estos días. Hace casi un año, en noviembre del año pasado, el ESMAD asesinó a Dilan Cruz en medio de una protesta por el paro nacional convocado después de que el ejército hubiera bombardeado a unos menores de edad en el Caquetá. Hoy un fallo de la corte le exige al ministro de defensa pedir perdón por el asesinato de Dilan Cruz. Durante dos días el ministro ha declarado que no pedirá perdón o que “extenderá unas excusas” genéricas sin nombres propios de las víctimas.
Tenía razón la alcaldesa hace unas semanas en que un acto de perdón no es una mera formalidad ni una bobada. Lo demuestra hoy el ministro, quien se rehúsa pedir perdón y no lo hace ni porque la corte se lo exija. Pienso que para pedir perdón se necesita la enunciación de la afrenta, se debe decir una verdad. Así, no sorprende que el ministro no pida perdón, pues tendría que aceptar que vivimos en un Estado criminal, lo que iría en contra de la política de negación del gobierno. Pero además, pedir perdón pondría al ministro, y al gobierno en general, en el mismo lugar de quienes han pedido perdón. En nuestra historia reciente, ese lugar, el de pedir perdón, solo lo ha ocupado la guerrilla de las Farc.
Hoy tendría el ministro que también pedir perdón por lo sucedido ayer, que, justamente, es el mismo delito que cometía la guerrilla: asesinar civiles en la carretera. Hoy se ven el ministro y el gobierno en el exacto mismo lugar de quienes deben ser perdonados pero no piden perdón. Se parece esto al final de A Dark Song, pero sin el favor del ángel. Ni viéndose a sí mismos puestos en el lugar de quien debe ser perdonado, piden perdón. Y así siempre. Al gobierno actual, y me atrevería a decir que a Colombia en general, le resulta inconcebible perdonar y pedir perdón, y en eso consiste su negación de lo que ocurre y su desprecio por la vida.
Pienso en la película y creo que perdonar sí es de almas iluminadas. Me imagino entonces lo que podríamos entender si perdonáramos, lo esclarecido que podríamos ver. También pienso que habrá luz, verdad y entendimiento solo cuando haya perdón.