Soul: sobre la sencillez

A primera vista, por la premisa y el título, Soul, de Disney y Pixar, parece hacerse una pregunta muy compleja: ¿qué hay más allá (o más acá) de la muerte? Sin embargo, me sorprendió ver que su interés y su mirada estaban puestas sobre otra cosa: la vida.

Juliana Rodríguez Pabón
6 min readJan 13, 2021

Después de Coco, que reflexiona sobre la muerte y la memoria, en Soul el personaje principal muere en los primeros diez minutos de la película. La muerte es ya un escenario recurrente en estas producciones, es la base de la que parten. Vemos, de nuevo, la fórmula de Pixar: tomar un concepto y sumarlo a una cultura. Ese es el juego que hace con su título, que hace referencia a la música soul y al alma (soul en inglés). Así, en una primera mirada, Soul parece tratarse de lo que no es la vida: ¿qué hay antes de nacer?, ¿qué hay después de la muerte?

Se inventa, entonces, estos dos escenarios: hay un Great Before y un Great Beyond (un “más acá”, que representa un mundo antes de nacer; y un “más allá”, que representa el mundo después de la muerte). Este intento de representación de Pixar no es bello, sino más bien empalagoso y feo. Por un lado, existen unas escaleras eléctricas, como de centro comercial, que llevan a las almas muertas a una luz que representa el más allá. Por el otro, existe un mundo de algodón de azúcar en el que se entrenan a las almas nuevas y se les proporcionan personalidades y talentos para su paso a la vida. Estos mundos inventados por Pixar me parecieron de imaginación pobre, pues, pudiendo imaginarlo todo, hacen que la no-vida se parezca a lo peor de la vida: los personajes de estos mundos están obsesionados con la burocracia y tienen un discurso de empresa de Silicon Valley. Una amiga me hace ver que hay, por ejemplo, un “Hall of everything” que podría parecerse a un salón de inspiración de los que imagino que tiene Google en sus instalaciones, o incluso Pixar. En él, las almas nuevas buscan su “chispa”, que es lo que necesitan para nacer. La tal chispa se consigue probando distintas cosas: tocando instrumentos, practicando deportes. El problema es, nos lo dice la misma película, que nada sabe a nada allí. La pizza no tiene sabor ni la música tiene gracia. Todo es de una misma paleta de color.

En este mundo aterriza el protagonista, quien rehúsa a morir el día en que “su vida está a punto de comenzar”. Después de haber muerto, a este hombre, que es profesor de banda en una escuela pública y que sueña con tocar el piano en uno de los bares de jazz más reconocidos de Nueva York, le asignan un alma nueva para que sea su mentor y la convenza de vivir. Esta alma que le es asignada no quiere nacer y lleva siglos en el más acá buscando su “chispa” sin poderla encontrar. 22, que es como se nombra al alma nueva, se siente intrigada (así es, un alma sin nacer ya tiene género, se refieren a ella en femenino, pero ese es otro tema) porque Joe, el protagonista, quiera desesperadamente volver a la vida, si ha tenido una vida más bien promedio, no es un músico célebre ni un reconocido científico, como sí han sido otros de sus mentores.

Esta curiosidad de 22, entonces, le da la vuelta a la primera lectura que tuve de la película, pues la pregunta que se hace es mucho más sencilla de lo que pensaba: ¿por qué vivir? A pesar de su apariencia de complejidad, Soul está a favor de la sencillez. No solo reivindica una vida sencilla o las sencilleces de la vida, sino que además empieza por hacerse una pregunta sencilla, por lo importante, por la vida. Y es en el escenario de la vida en la Tierra en el que la película invierte toda su belleza gráfica.

El género de Soul se corresponde con su primera intención, que es a favor de la sencillez. Cuando Pixar y Disney han tomado conceptos que a nuestros ojos son complejos, como la muerte o las emociones, solemos preguntarnos si los niños podrán entender la película o seguir la historia, como si no fueran ellos los primeros en hacerse estas preguntas. Acá hay, además, otra complicación: Soul cuenta la historia de un hombre adulto y de un alma sin nacer. No hay niños en esta historia, ¿cómo podrían entonces los niños identificarse con los personajes?

Esto se revela, de nuevo, con sencillez. Los niños pueden ser buenos lectores de Soul no solo porque esta sea una película animada, sino porque toma prestado, además, de un género que suele asociarse con la literatura infantil: la fábula. Un personaje le cuenta a otro la historia de un pez joven que va nadando en el océano y le pregunta a un pez viejo dónde queda el océano; el viejo le responde que ya está en él, que ese es. Así, vemos que el hombre adulto está buscando desesperado que su vida por fin comience sin darse cuenta de que lleva ya años viviendo.

Los personajes de las fábulas son animales y estas son historias que sirven de ejemplo de cómo deben vivir los humanos. Así, con la historia de dos peces, un hombre adulto puede por fin entender en qué consiste vivir. Con la historia de un hombre adulto, puede entonces un niño hacerse la pregunta sobre la vida. Y, con una película animada y una fábula, puedo yo pensar sobre lo que es la vida adulta. Así, como también lo hace el personaje de la película, basta con verse desde otros ojos para verse a sí mismo.

En un acto de redención (¿o de ambivalencia?) Disney nos presenta una historia que pretende desmontar la falsa creencia de una vida ejemplar. Después de haber empalagado a una generación con historias sobre cómo vivir con un propósito, ahora Soul se burla de esta idea. La chispa, entonces, no sería otra que la simple alegría de vivir, de saborear una pizza o de conversar con un desconocido.

La vida ejemplar es la que da ejemplo de cómo vivir. Esta sería la vida sencilla y no la de quienes fueron célebres. Así, el hombre promedio es el mejor mentor para el alma joven, pues es el único que logra inspirarla y además el único que puede también aprender de ella. Esta sencillez de la enseñanza es la misma de la fábula, que es corta y aguda, que también se vale de ejemplos, y que se refiere a lo común, al pez que nada en el mar.

Soul encuentra la manera de valerse de un lugar común “vive un día a la vez, aprecia las cosas sencillas de la vida, disfruta el presente, etc” para exaltar lo que, justamente, todos tenemos en común: la sensación del viento en la cara, el sabor de la comida, la música, el baile. Al final, la chispa no era “eso que te hace único”, sino justamente lo único que compartimos con los demás.

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