Sobre The Lobster II
*escrito en abril de 2017
El público o La Ciudad
Hay un tercer espacio en la película, además de El Hotel y de El Bosque (de los que hablé en la primera entrega, aquí): La Ciudad. En La Ciudad es donde vive la mayoría de la población, todos en pareja. Ahí vivía el protagonista antes de que su esposa lo dejara de querer y tuviera por esto que irse a El Hotel a buscar pareja. La Ciudad se vuelve, al final de la película, el lugar al que quieren huir los protagonistas enamorados para al fin ser/actuar como dos enamorados. Cuando pienso en La Ciudad, pienso que es ahí donde vivimos, donde vive el público. En La Ciudad hay una libertad relativa: no están encerrados como en El Hotel, ni condenados a vivir solitarios en El Bosque. Pero esto es, más bien, otro encarcelamiento disfrazado de libertad. Si El Hotel y El Bosque son lugares donde los personajes se preparan para entrar en el sistema (lados opuestos del sistema, pero al fin y al cabo el sistema), La Ciudad sería el sistema mismo: nadie está ahí obligado, pero al mismo tiempo sí porque es la única forma que conocen de existir.
Igual, puede decirse, vivimos nosotros. La convención de nuestro mundo (el que sería el cuarto espacio además de El Hotel, El Bosque y La Ciudad) es vivir en pareja. Y viviendo en pareja, los individuos son arrastrados a repetir el teatro del amor: todos en La Ciudad y en nuestro mundo hacen lo que debe hacer una pareja: hacer mercado, hacer visita en una sala, conocer a los suegros, etc. No por esto el amor convencional es menos genuino, es simplemente la única forma de amar que conocemos y que conocen los habitantes de La Ciudad en la película. Pero tampoco por ser genuino, deja de ser un teatro. Todos en La Ciudad reproducen las obras de teatro que han visto en El Hotel (caminan juntos cogidos de gancho, por ejemplo) así como los enamorados de nuestro mundo reproducen los productos culturales que consumen y que nos muestran, como los roleplays de El Hotel, que vivir en pareja es mucho mejor. El amor en La Ciudad es la reproducción de un invento (repito, no por esto es menos real): se tocan cuando les dicen que se deben tocar, se tocan sin realmente tocarse, se aman sin tocarse.
La película parodia las relaciones de pareja de nuestro mundo desde los otros espacios también: la conquista como engaño y sacrificio innecesario (un hombre se pega constantemente en la nariz para hacerle creer a su pareja que sangra constantemente como ella), la sexualidad controlada (se aprueba el sexo con la pareja y se desaprueba la masturbación), la estadía en El Hotel de solteros (como los reality shows o los sitios web para encontrar pareja), los hijos como solución a los problemas de pareja, etc. Todo en la película se ve muy absurdo y cuando nos reímos nos estamos realmente burlando de nosotros mismos. Es una risa nerviosa porque nos vemos ahí y nos damos cuenta de que vivimos en La Ciudad o en El Hotel o en El Bosque y de que no somos tan libres como pensábamos.
El amor de los protagonistas es también un amor aprendido. Como dije antes, ellos se alejan y se devuelven a las reglas siempre porque solo conocen esa forma de amarse, solo conocen ese lenguaje y tienen que valerse de él. Sin embargo, su amor es distinto porque nace en lo prohibido y los obliga a ser creativos, los saca de la convención. Su resistencia a la opresión no tiene ningún sentido ni quiere tenerlo, mandan los cuerpos y el deseo, sólo ocurre. Creo que en nuestro mundo hay amores así, que al ser prohibidos son más interesantes y aunque halan a la convención, a veces también halan a la resistencia. No hay un afuera, pero hay una frontera.
Los animales
Cuando vi esta película me acordé de Dormir al sol. En esta novela de Bioy Casares hay un psiquiatra que tiene la teoría de que el alma puede curarse con la experiencia de la animalidad. Toma el alma de sus pacientes y la transplanta al cuerpo de un perro y lo pone a dormir al sol y así les cura los defectos. Después debe devolver el alma al cuerpo original para devolverle el paciente a sus seres queridos, pues nadie querría un alma curada en el cuerpo de un perro, el paciente estaría incompleto. Lucho, el protagonista del libro, le lee a su sobrino el cuento del príncipe sapo que se trata de un príncipe vuelto sapo por una bruja y que necesita que una princesa se enamore de él y le de un beso para volver a ser un príncipe. En la novela, entonces, hay en la animalidad una cura y una imposibilidad de ser amado. En el cuento el amor humaniza al príncipe y lo saca de su animalidad.
En The Lobster, en cambio, la animalidad es una segunda oportunidad para vivir en pareja. El protagonista, por ejemplo, quiere ser una langosta porque tienen una sola pareja toda su vida. Sin embargo, la animalidad es, al tiempo, un castigo. Los animales deben cuidarse de que los cacen los humanos o los animales más grandes. Nadie quiere ser un animal. Para nadie en la película representa un beneficio volverse sapo para conseguirse una sapa con quien vivir, todos buscan seguir siendo humanos, como el príncipe sapo, que busca volver a humanizarse.
¿Es, entonces, la animalidad una segunda oportunidad de ser amado? ¿es cura? ¿es la culminación del amor? Antes he hablado del amor de los protagonistas, y he dicho que no logra estar afuera del sistema, pero que ejerce algún tipo de resistencia. Me pregunto si la animalidad podría ser un afuera, si la resistencia real estaría en el amor animal, instintivo, sin reglas, totalmente ajeno al nuestro, una experiencia que no entenderíamos y que está inmersa en otro lenguaje. De pronto por eso para el psiquiatra de Bioy la animalidad curaba el alma. Y de pronto cuando todos los personajes de The Lobster le huían a la animalidad, le estaban huyendo al amor libre.