Salvación en Dolor y gloria

Juliana Rodríguez Pabón
3 min readJul 19, 2019

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Se llama Salvador. En su nombre está la primera narración sobre sí mismo: el que salva. No se lo ha puesto él sino sus padres, como a todos. Antes de nacer ya una parte de su historia estaba escrita, y no por él, que es escritor, sino por otros, los que le han puesto ese nombre.

Un hombre llamado Federico vuelve a Madrid por un par de días después de no haber estado allí durante mucho tiempo. Entra por casualidad a un pequeño teatro y se encuentra a sí mismo escuchando un monólogo sobre cómo un hombre intentó una vez salvarlo. El autor de ese monólogo es Salvador, su viejo amante. “El amor no es suficiente, no basta para salvar a la persona que amas”, dice Salvador interpretado por un viejo amigo en su monólogo. “El amor no es suficiente”, cita Federico en una conversación entre ambos más tarde esa misma noche.

En Dolor y gloria todos los personajes se encuentran con narraciones de su propia vida. Se encuentran con su historia contada por otros. Me pasa lo mismo a mí, que he entrado esta noche a la sala de cine a ver la nueva película de Pedro Almodóvar y he visto a una Juliana caminando por Embajadores en Madrid, a una Juliana niña que descubre el deseo y una vieja a la que la reaparición de un viejo amor le devuelve las ganas de vivir.

Salvador, interpretado por Antonio Banderas, es un director de cine adolorido. Ya retirado, padece distintas dolencias que le causan muchísimo dolor físico. Pasa sus días en casa leyendo. Los libros le hablan de sí mismo. No importa mucho de qué se trate cada uno, pues nosotros, espectadores, podemos ver cómo los fragmentos que oímos en voz en off y que lo vemos subrayar se tratan de él.

Adolorido y viejo, Salvador está deprimido. Fuma heroína y sufre de insomnio. Cuando está drogado o en el duermevela, recuerda. Recuerda a su madre, su infancia, su casa, a las vecinas, a Paterna, su pueblo. Lo vemos niño y lo vemos viejo.

Un día encuentra un retrato de sí mismo en un volante de una galería en Madrid. Se recuerda niño y recuerda el día en que lo dibujaron. Escribe luego esa historia, que es esta vez una historia de deseo y no de salvación (aunque también, pues Salvador niño regala a su primer amor la letra, con la que este escribirá una carta al respaldo de aquel retrato que más tarde sería, una vez más, descubierta por Salvador como su historia contada por otro y, una vez más, lo salvaría).

Al final, se nos es revelada una verdad: la infancia de la que habíamos sido testigos es posterior al retiro y a la vejez de Salvador.

Así, es también esta película, que es, entre muchísimas cosas, narración de mi primer amor, posterior a todos mis otros enamoramientos. Me encuentro en la sala de cine, como Federico, viéndome a mi misma. Veo en la pantalla una toma de las sillas del teatro vacías y esto me causa vértigo.

Es cierto que Dolor y gloria es una autoficción y que Salvador es un alter ego de Almodóvar. Lo que ya descubrió él es que hacer una película sobre sí mismo es hacer una película sobre todo, es contar la historia de otro y es salvación. En Dolor y gloria, hacer películas es nombrar. Dice Salvador al principio que el sacrificio es la manera en la que él se relaciona con el cuerpo. Almodóvar se ha desnudado, ha expuesto su cuerpo y sus emociones, ha descrito todas sus dolencias para en una suerte de sacrificio de sí mismo salvarnos a todos y salvarse él. “El cine me salvó”, dice Salvador al final de su monólogo. Y viene él y hace esta película y me llama por mi nombre.

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Juliana Rodríguez Pabón
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Written by Juliana Rodríguez Pabón

Escribo de películas y series. No me paro del sofá.

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