Isla de perros: Colombia en Japón

Juliana Rodríguez Pabón
5 min readApr 2, 2019

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*escrito en junio de 2018

En Isla de perros el alcalde de la ciudad ficticia de Megasaki impone una ley antiperros que exige el exilio de todos los perros de la ciudad a la Isla basura para evitar el contagio de la gripe canina. La enfermedad es la amenaza de la que se vale el alcalde para justificar esta horrenda ley. Veo esta película tres días después de la decepción política que tuve el domingo 17 de junio: Iván Duque fue elegido presidente de Colombia. Al ver la película pienso que todas las historias se tratan de Colombia, así se traten de un lugar inventado, o así se traten de Japón.

La película nos advierte al principio que los humanos hablarán en su lengua materna — japonés — y que sus diálogos serán traducidos solo ocasionalmente por otro personaje, y que los ladridos de los perros sí están traducidos al inglés. Así, desde el principio, la película equipara los ladridos de los perros con las lenguas de los humanos. Esta parece una reivindicación extraña, pero no nos es muy lejana. Solemos quitarle la categoría de lenguaje a los lenguajes que no entendemos. En Colombia aún nos referimos a las lenguas nativas como dialectos, como si no fueran merecedoras del nombre lengua. El lenguaje de los animales también nos es muy lejano e incomprensible, pero, como muestra la película, no por eso no es un lenguaje. La película le da la palabra a los perros, que son los oprimidos por la nueva ley del alcalde.

La película está llena de traducciones todo el tiempo: nos traduce los ladridos de los perros; las declaraciones del alcalde Kobayashi, interpretado por Ken Watanabe, son traducidas por una traductora simultánea, interpretada por Frances McDormand; la estudiante de intercambio Tracy Walker, interpretada por Greta Gerwig, también suele hacer traducciones por momentos de lo que dicen los personajes japoneses, y en ocasiones habla en japonés. Pero hay una traducción más que vemos durante toda la película y que no es entre distintas lenguas: la de la manipulación mediática. Hay una suerte de coro que consta de los medios de comunicación que va narrando los hechos al público, que somos nosotros y que son también los habitantes de la ciudad de Megasaki. Sin embargo, nosotros, los espectadores, tenemos acceso a las otras versiones de la historia: es como si estuviéramos sentados en las gradas pero también tras bambalinas. Al tener acceso a todas las versiones (la de los medios, la de Tracy, que es activista properros, la de los perros, etc), nosotros los espectadores podemos ver la manipulación mediática, podemos ver cómo, así hablen el mismo idioma, la traducción es pobre, es incompleta y mentirosa. Como ciudadanos muy pocas veces tenemos este lujo. Solemos contar con una sola versión de la historia. Y esto mismo le ocurre a los habitantes de Megasaki, que terminan ellos mismos votando por el exterminio de su mejor amigo: el perro.

(Durante el paro nacional agrario que tuvo lugar en el 2013 en el gobierno Santos, como en otros casos de manifestaciones en Colombia, los grandes medios de comunicación no cubrieron las exigencias de los campesinos sino más bien los daños que causó la protesta (muy pocos y ocasionados solo por algunos, no por los protestantes en general), suelen llamarlos “actos de vandalismo”. Las mentiras alcanzaron un nivel descarado con esta declaración del presidente que negaba la existencia del paro).

Mientras las personas que hablan el mismo idioma no se entienden entre ellas porque el poder ha trastocado las traducciones de la realidad a través de los medios de comunicación, vemos cómo personajes que no hablan el mismo lenguaje sí se pueden entender entre ellos. Así, Isla de perros es también una reflexión sobre la amistad. El pupilo del alcalde, Atari Kobayashi, llega a la isla de basura en busca de su perro Spots, el primer perro enviado a la isla. Se hace allá amigo de una manada de perros que lo siguen y lo guían en el camino hacia Spots. Los perros y Atari no hablan el mismo idioma. Incluso el público que no habla japonés, como yo, tampoco entiende los monólogos de Atari. Pero de alguna manera sí lo entendemos. Y de alguna manera los perros se entienden también con Atari y forjan una amistad, crean un nuevo código, un lenguaje en el que humanos y perros pueden ser amigos otra vez. Lo mismo ocurre con Tracy, la activista properros, y Atari. Tracy habla inglés y Atari japonés. No se conocen, solo saben del otro. Y así, sin conocerse, Tracy se enamora de él. Es posible, entonces, amar a quien no entiendo y a quien no conozco. Es posible, incluso, llegar a entenderlo, crear un nuevo código: el de la amistad, o el del activismo, por ejemplo. Los habitantes de Megasaki votaron por el exterminio de sus mascotas al reelegir al alcalde Kobayashi manipulados por la creencia de que la gripe canina los amenazaba a ellos, votaron en contra de sus amigos. Lo mismo ocurrió en Colombia hace una semana, cuando 10 millones de colombianos votaron por el exterminio de su propia especie, por la muerte de quienes no hablan su mismo lenguaje, pero quienes son, al final, nuestros hermanos. En la película hay esperanza: el activismo properros liderado por Tracy y Atari, y la amistad entre ellos, muestra cómo sí puede votarse por quienes son diferentes a nosotros, por quienes no hablan nuestra lengua, por quienes no conocemos, pero de quienes podemos ser amigos.

La amistad no solo me hace sentir solidaridad por las vidas que no conozco, sino que además siento curiosidad por ellas. El partido de oposición en Isla de perros es el Partido Científico. Este partido se opone a la ley de exiliar a los perros y busca maneras de encontrar una cura para la gripa canina. Así, el partido del saber está del lado de quienes cuyo lenguaje no entiende, está del lado de la amistad y del de la resistencia. El poder se ha inventado una amenaza, la de la enfermedad canina (o la del castrochavismo, o la expropiación, o la de la ideología de género, da igual), y ve como una amenaza al saber. El saber y la curiosidad por otras vidas son la verdadera amenaza para la opresión, los ciudadanos curiosos y educados — la estudiante, el científico — podrán ejercer oposición, podrán derrocar al gobierno. Igual que en Colombia, en Megasaki la democratización del conocimiento representaría el fin de la manipulación mediática, el fin de las mentiras, y el comienzo del gobierno de la amistad, puesto que nos habremos dado cuenta de que la historia de uno es la de todos, así como esta película es sobre Japón pero también sobre Colombia. En Colombia ya encontramos la cura, ya la firmaron. Hace una semana Colombia votó por acabar con el antídoto, por hacer como si no hubiéramos encontrado la cura. Hace una semana Colombia votó en contra de que podamos ser amigos.

BONUS:

*Esta es la película de Wes Anderson que más me ha gustado de las que he visto. A excepción de The Royal Tenenbaums, que habla con lucidez de la depresión y la familia, todas las otras, aunque las amo, me parecían más lindas que buenas. Esta es ambas.

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