Devolver la mirada
En Retrato de una mujer en llamas, Marianne es una pintora que tiene como encargo hacer un retrato de bodas de Héloïse, quiene acaba de salir del convento y se va a casar. Debe hacerlo a escondidas de la retratada dado que ella se opone al matrimonio al que la están obligando.
La película empieza con Marianne, maestra de pintura, posando para sus discípulas. Les da instrucciones: “fíjense en mi postura, en mis manos”. Les dice dónde poner la mirada. Esto hace la pintora y esto hace también Céline Sciamma, directora de Retrato de una mujer en llamas: fijan nuestra mirada en lo que quieren que veamos. Todo en la película está puesto en su lugar, parece hecha por una pintora. En esta escena, aunque Marianne sea la modelo tiene control total sobre lo que de ella se ve. Está ella observando también a sus alumnas.
Ellas le hacen recordar un encargo de hace mucho tiempo. La madre de una joven recién salida de un convento le encarga un retrato de su hija, pero debe hacerlo de memoria, pues ella se negará a posar. Ya un pintor ha intentado retratarla y le fue imposible. A la familia le acaba de ocurrir una desgracia: la hermana mayor de la joven murió de una caída por los acantilados. La película sugiere que se trata de un suicidio, hay una primera voluntad de muerte.
La madre sostiene conversaciones con Marianne. En una de ellas le hace un chiste, ambas se ríen y la madre le da las gracias. Marianne dice “yo no hice nada”, pues fue la madre quien hizo el chiste, a lo que ella responde “hace falta que seamos dos para que sea divertido”. Esto me hizo pensar que el chiste de la madre, como el cuadro de la pintora, solo tiene sentido en tanto tiene una espectadora. Luego me daría cuenta de que ambas están en busca de una interlocutora.
Nos demoramos en poder ver el rostro de Héloïse, a quien Marianne debe retratar. La pintora la mira y la estudia para poder memorizar sus rasgos y gestos. Evita que Héloïse note estas miradas pero esta no solo lo nota sino que la mira de vuelta. Cuando sus miradas se encuentran, parecen ambas el mismo rostro, el mismo perfil.
Pasan mucho tiempo juntas, caminan por el acantilado. Marianne termina el retrato y debe decirle a Héloïse que para eso había sido contratada. Héloïse odia el retrato, le pregunta a Marianne “¿así me ves?” y ella le explica que hay convenciones para pintar un rostro. La inconformidad de Héloïse con esa primera versión no se debe a la incomodidad de no verse reflejada en el retrato sino al dolor de que no fuera la mirada de la artista. Marianne destruye el cuadro. La madre se enfada y Héloïse acepta posar para Marianne aun cuando el cuadro finalizado signifique que debe casarse y mudarse a Milán. La madre decide irse de viaje mientras Héloïse posa y Marianne la pinta.
Las dos mujeres se quedan solas en la casa con Sophie, la criada. Una noche Sophie le confiesa a Marianne que está embarazada y que quiere practicarse un aborto. La decisión nunca significa un debate o un dilema en esta película en la que las mujeres hacen lo que quieren y no son guiadas por otra cosa además de su voluntad. Las tres van a donde una mujer que le practica un aborto a Sophie. Mientras ella hace gestos de dolor a la vez que aprieta la mano del bebé de la abortera, Marianne desvía la mirada. Héloïse le dice que mire la escena. Ella, aunque no es pintora, hace que Marianne fije la mirada sobre lo que necesita verse.
Cuando llegan a casa, Héloïse propone que simulen la escena del aborto para que Marianne la pinte. Vemos en la película la decisión de la propia Sciamma de representar un aborto, la decisión de mostrárnoslo, la reflexión sobre lo que merece mirarse. Héloïse y Sohpie posan para Marianne.
Marianne y Héloïse se enamoran. Una noche están leyendo con Sophie la historia de Orfeo y Eurídice: Orfeo desciende al inframundo a rescatar a Eurídice, su esposa muerta. Hades y Perséfone aceptan que Eurídice vaya con Orfeo de vuelta al mundo de los vivos con la condición de que durante el camino Orfeo debe ir delante de su amada y nunca voltear a verla hasta que salgan del inframundo. Cuando están a punto de llegar, Orfeo voltea a ver Eurídice, por lo que deben despedirse para siempre. Las tres mujeres se detienen a discutir la razón de la decisión de Orfeo. Marianne dice que él escogió la memoria de ella: “tomó la decisión del poeta y no la del amante”. Héloïse sospecha que Eurídice le pidió que volteara. Esto será una anticipación de lo que cada una hará después a la hora de despedirse.
La segunda vez que se dan un beso, esta vez más dueñas de su deseo que confundidas, Héloïse le pregunta a Marianne: “¿Sienten todos los amantes que se están inventando algo?”. La amante, entonces, es artista, es inventora y es autora. Y el amor es imaginación. En esa misma escena, Marianne le pregunta a Héloïse “¿soñaste conmigo?”, a lo que ella responde “no, pensé en ti”. El amor es, además, una decisión.
Más tarde, acostadas en la cama, ambas se cuentan desde cuándo se desean. La narración de este deseo es una pose: ambas se exponen para que la otra reciba esa narración y haga algo con ella, como el chiste de la madre, que necesitaba de otra para ser divertido.
La pose, entonces, no es falsedad. Por el contrario, posar es contar la verdad sobre sí misma. De ahí la resistencia de Héloïse a posar en un principio, y la decisión posterior de hacerlo solo para Marianne. De ahí también el retrato del aborto: la modelo fija la mirada de la pintora como la pintora lo hace con la mirada del espectador y como Sciamma hace conmigo al posar su mirada —y con esto guiar la mía — en lo que ella cree que merece ser visto.
Un día, cuando ya estaban cerca de terminar el retrato, Héloïse le dice a Marianne que están ambas en el mismo lugar. La hace pasar, entonces, al lugar desde el que ella ha estado posando y hace, como si fuera ella misma una pintora, un estudio de los gestos y rasgos de su amada. Le hace ver que ella también la ha estado observando desde su lugar. Así, el pintor es observado también por el retratado, como miraría Marianne al principio de la película a sus discípulas, quienes la pintan.
Estas miradas idas y devueltas dan vértigo en la escena en la que Héloïse, consciente de que pronto se casará y se mudará a Milán, le pide a Marianne que haga un retrato de sí misma para conservarlo y recordarla para siempre (de nuevo, la decisión del poeta y no la del amante). Marianne, entonces, se pinta desnuda vista desde un espejo puesto en el cuerpo de Héloïse. Ambas miran a la artista dibujar y posar al mismo tiempo. Ella se ve desde la otra.
La directora de esta película fija mi mirada y con esto me regala un retrato. Yo, con este texto, la miro de vuelta.
Retrato de una mujer en llamas es una película sobre lo que quieren las mujeres. Reivindica su voluntad sin discutirla y no debate su deseo: primero el suicidio (la muerte), luego el aborto (la vida y la muerte), y al final el amor (devolver la mirada).