De deportes y gloria
*escrito en julio de 2018
El 30 de junio Uruguay sacó a Portugal del mundial de fútbol con dos goles de Cavani. La imagen del futbolista celebrando y luego la quebrada de voz durante su declaración de después del partido me hicieron pensar en la gloria que se alcanza con el deporte. Pocas profesiones en el mundo conocen al mejor. En el deporte, como hay contienda, se reconoce la excelencia. Es distinta de la competencia en otras profesiones. La competencia entre empresas, por ejemplo, completamente ligada al dinero, no puede equipararse a la competencia deportiva, ligada, más bien, a la gloria. La fama del deportista es también diferente a otros tipos de fama. A la de los cantantes, por ejemplo, que no pueden definir quién es mejor (así se inventen premios que pretendan definirlo pero que todos vemos por los vestidos). Distinta de este tipo de competencia — la de los premios, en la que unos jurados nos anuncian unos ganadores y no sabemos cómo han tomado la decisión — , la competencia en el deporte sucede frente a nosotros, nosotros vemos cómo resulta un equipo ganándole a otro. No siempre es justo, pero al menos presenciamos la injusticia. Solo me parece equivalente la competencia entre raperos o copleros, que ocurre también de manera teatral frente a nosotros y en la que es el público quien elige al ganador.
Ahora que ha acabado el mundial pienso en el después de la gloria. El héroe deportivo se retira joven. A diferencia del héroe Aquiles, que muere en batalla siendo héroe, el deportista se retira y vive una vida después de la gloria. En I, Tonya (2018), Tonya Harding, patinadora artística, cuenta el ascenso de su carrera deportiva y la controversia en la que se vio envuelta por el ataque a su rival Nancy Kerrigan, que le valió la expulsión de la Asociación de Patinaje Artístico de Estados Unidos y un retiro temprano. En la película, Harding, interpretada por Margot Robbie, cuenta su historia desde la cocina de su casa en un formato documental. En The fighter (2010), el exboxeador Dicky Eklund, interpretado por Christian Bale, cree que está grabando un documental de HBO sobre su regreso cuando en realidad el documental trata de prevenir la adicción al crack tomándolo a él como ejemplo.
En ambos casos el público ha entrado a la casa del héroe. Hemos invadido el espacio privado de quien tuvo la gloria. Y conocemos a su familia, a sus madres, en ambos casos unas villanas que en busca del dinero, que, como ya dije, envilece la competencia deportiva y es distinto de la gloria, han presionado a sus hijos a tener un rápido acenso pero también una rápida caída. El formato documental de ambas películas nos hace ver que se tratan de personas, no ya de dioses. Igual que muchos futbolistas que hoy nos han dado la gloria, estos deportistas crecieron en contextos violentos en los que eran testigos o víctimas de maltrato doméstico. Y luego de la gloria, como si ese fuera el curso normal de las cosas, vuelven a su barrio, a lo mismo. No sucede esto con los futbolistas, pues es el deporte mejor pago, distinto del boxeo y del patinaje artístico. Sin embargo, si el dinero queda, la gloria sí es temporal, lo cual parece contradictorio, pues lo divino es por definición eterno.
Dice Tonya “America wants someone to love and someone to hate”. Así, la mujer divina necesitará siempre de una paria para existir. De este modo, después de llorar en la pista y del ataque a Nancy Kerrigan, Tonya Harding se volvió la mujer monstruo, la que sirve para mostrar lo que no se debe ser. Lo mismo le ocurre a Dickie, que es tomado como la muestra de lo incorrecto, de lo monstruoso, en contraste con su hermano Mickey Ward, joven boxeador con carrera prometedora. Pasan, entonces, de héroes a monstruos, como si la violencia y la adicción fueran solo decisión de cada uno, y no resultado de sus vidas y de su contexto e, incluso, de la gloria misma (hay que ver el caso de Maradona o del Tino Asprilla y su antes y después de la gloria). Siguiendo entonces con este teatro, ambos deportistas se vuelven criminales. Y este sí es el fin de la gloria, ambos son odiados después de ser aplaudidos.
Es injusto con Tonya Harding y con Dicky Eklund olvidar su origen violento. Y es injusto también con los futbolistas que nos dan hoy la gloria. Después de celebrar su segundo gol en el partido contra Uruguay, Cavani tuvo una pequeña lesión. La gloria lastima (hay que ver también cómo afecta a los futbolistas la prensa deportiva, por ejemplo). El deporte premia la excelencia y por eso es bello. También es bello porque los deportistas trabajan con su cuerpo, lo exponen y nos lo regalan. En su cuerpo se ve la gloria, pero también se verá la monstruosidad. Y así, monstruosos deben parecernos también bellos. Así, bello, me pareció Cavani cojeando.